• Un sabor intenso a esta verdura cuando aliñemos nuestro plato de pasta. Fácil de encontrar sus ingrediente, de preparar pudiendo conservarla varios días en la nevera.
  • 100 g de hojas de apio
  • 50 g de piñones
  • 50 g de almendras peladas
  • 1 diente de ajo
  • 100 g de queso Parmesano rallado
  • Aceite de oliva
  • Sal

Lavar las hojas de apio, escurrirlas y dejarlas al sol hasta que estén completamente secas.

Pelar el ajo y quitarle el germen.

Poner los ingredientes en la batidora y triturar hasta obtener una crema suave, añadiendo el aceite necesario.

Ponerlo en un tarro de cristal y dejarlo en la nevera hasta su uso.


J. M. Occhi - 07 · Julio - 2017

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El apio es una planta herbácea bienal que pertenece a la familia Apiaceae. El Apium graveolens se cultiva no solo como verdura por sus hojas, sino también por su raíz tuberosa, que se consume como leguminosa. El antepasado común del apio proviene de la cuenca mediterránea, más precisamente de las marismas que bordean el Mediterráneo. En la antigüedad, la planta se conocía como Selenon o planta de la luna, siendo Selene entonces la diosa griega de esta estrella. Hoy se cultivan tres variedades principales. Apium graveolens var. graveolens, el Apium graveolens var. rapaceum o apio nabo.


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En la Edad Media, en la Emilia de 1400, con señores feudales y los monjes cistercienses y benedictinos, impulsados por la búsqueda de un queso capaz de perdurar en el tiempo, fueron los primeros productores: gracias a la sal procedente de las salinas de Salsomaggiore y a la leche de las vacas criadas en el grangie, las granjas de los monasterios obtenían un queso de textura seca y formas grandes, apto para largas guardas. Concurrieron junto con un aumento de la producción en la llanura de Parma y Reggio, hubo un mayor desarrollo económico. El tamaño de las formas aumenta, hasta el peso de 18 kg cada una. El siglo XVI vio el desa


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Originario de Asia, el almendro ya crecía en la Edad de Piedra y presumiblemente se cultivó a partir de la Edad del Bronce, convirtiéndose en el primer fruto procesado de la antigüedad. En el antiguo Egipto y Grecia eran frutos muy extendidos, tanto que los romanos los llamaron “nux graeca” (del griego almendra, de hecho). En la Edad Media, las almendras se convirtieron en uno de los ingredientes más utilizados tanto en la cocina cortesana como en afrodisíacos y pociones de amor. La medicina humoral medieval depositaba grandes expectativas en las almendras, prescribiéndolas en casos de emaciación para rejuvenecer y potenciar la actividad sexual. Convirtiéndose también en un ingrediente esencial de las galletas reconstituyentes